INMOVILISMO Y POLITIZACIÓN. CRISIS DEL FACTOR HUMANO EN LA JUSTICIA

Soy procurador y acabo de cumplir 63 años. Todavía me quedan algunos años de ejercicio y sin embargo he llegado a la conclusión de que no debo seguir más tiempo callado esperando la coraza de la jubilación para permitirme, luego sí, explayarme contra todo aquello que considere funciona incorrectamente.

Lo primero que me viene a la cabeza con tan solo haber escrito estas líneas introductorias es el temor atávico que tenemos muchos juristas para valorar públicamente a nuestro Sistema Judicial. A lo largo de mi ya larga trayectoria me he relacionado con jueces, secretarios y funcionarios, la inmensa mayoría buenos profesionales, pero esto no siempre ha sido así y cuando la falta de responsabilidad ha hecho su aparición, los retrasos en sus resoluciones han sido inadmisibles o he observado diversas malas praxis en el devenir diario de las Oficinas Judiciales, no me he visto con capacidad para denunciarlo, por miedo a recibir repercusiones en pleitos posteriores. Lamentablemente esto es así y aunque en alguna ocasión he canalizado mi malestar a través de nuestro Colegio, tampoco ha servido para mucho, puesto que la queja ha acabado en la maraña protectora de un sistema que difícilmente audita o revisa que sus servidores públicos estén a la altura de lo que se espera de ellos.

Como procurador me he sentido demasiadas veces infravalorado. No lo digo por los abogados con los que he formado equipo para la defensa de los intereses de nuestros clientes, sino por el continuado cuestionamiento acerca del futuro de nuestra profesión, como si de nada sirviera lo que estamos haciendo para impulso y resolución de innumerables actos judiciales.

Nuestro Consejo General ha concentrado sus esfuerzos en moverse entre los pasillos del poder, defendiendo el statu quo de la procura en diferentes actos y homenajes, pero sin saber proyectar – desacomplejadamente – el valor añadido que aporta nuestra profesión a toda la maquinaria judicial. El ciudadano, en su mayoría, desconoce la figura del procurador y por ello se han echado de menos potentes proyectos de comunicación que ayudasen a trasladar a la ciudadanía el porqué de nuestra presencia en el tablero judicial.

Produce una amarga frustración contemplar como por el Ministerio de Justicia van pasando distintos titulares y si bien han reconocido nuestra imprescindible aportación a la modernización y digitalización de la Justicia, lo cierto es que apenas se nos ha escuchado cuando les hemos presentado planes renovadores, fruto de nuestra experiencia en el ámbito de la gestión de procesos.  No descubro nada diciendo que el Sistema judicial es a menudo poco eficaz y en cambio, cuando desde la procura se han aportado estudios detallados para mejorar tiempos y ratios judiciales, éstas propuestas han caído en saco roto. El CGPJ, las asociaciones de Jueces y Fiscales e incluso el Consejo de Estado, han sostenido nuestra posición, pero cuando hemos argumentado que con nuevas competencias para la procura se podría mejorar la eficacia judicial, nadie ha querido tomarlas en serio, no vaya a ser que moviendo el tablero se caigan algunas piezas…

En fin, ya se habrán dado cuenta que tras cerca de cuatro décadas de trabajo diario en los juzgados, me siento muy decepcionado por cuanto el Sistema judicial sigue anclado y rehén de demasiados corsés corporativistas que lo comprimen y no le dejan evolucionar.

He conocido excelentes jueces que solo han evolucionado en su carrera judicial por edad, sin que sus méritos particularess hubieren acelerado un conveniente ascenso; he constatado presiones políticas para ganar determinados posicionamientos en el seno de un CGPJ demasiado politizado e, incluso, demasiado receloso ante cualquier cambio. Un Consejo que, por cierto, sigue sin poder renovarse ante la inexplicable falta de acuerdo de los partidos políticos, con el descrédito que ello supone para su imprescindible independencia. 

Ya lo ven, van pasando los años sin percibir verdaderas intenciones de cambio y a uno le cuesta no caer en cierto pesimismo al observar cómo los pilares sobre los que se sustenta nuestro Sistema judicial se tambalean sin que nadie reaccione al respecto.

Algunos auguran que el cambio real llegará con una Justicia gestionada por inteligencia artificial, que poco a poco sustituirá a las personas que ahora se desviven desde sus despachos hasta la última sala de vistas del más recóndito y pequeño partido judicial; no lo sé, pero si ello llega a suceder quizás entonces se darán cuenta de que por el camino del inmovilismo institucional; de la politización de la cúpula judicial; de la falta de control interno; y del temor a decir lo que pensamos, se habrán perdido gran parte de los valores que dan forma y sentido a un Servicio Público tan esencial como éste, en el que quienes lo conocen mínimamente saben que el “factor humano” seguirá siendo imprescindible.

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Article publicat a EL CONFIDENCIAL en data 23/09/21

La desescalada en el planeta Justícia

No descobreixo res en dir que l’Administració de Justícia és percebuda per la ciutadania com una institució llunyana, desconeguda i fins i tot temuda. Sens dubte no ajuda la seva manca de transparència en l’elecció dels seus òrgans de màxima representació, tampoc ho fa un llenguatge grandiloqüent o poc empàtic i, sobretot, no ajuda gens la seva tradicional manca d’eficàcia en la gestió.

La greu crisi provocada pel Covid-19, que diuen que tot ho canviarà, podria ser una oportunitat per millorar aquest Servei Públic tant fonamental en democràcia i, especialment, podria servir perquè la població se’l senti definitivament seu, però molt em temo que cap d’aquests objectius acabaran sent realitat.

Han de saber que tan bon punt es va declarar l’Estat d’Alarma, els Jutjats van tancar portes pel 95% de les actuacions judicials (l’altre 5% correspon a temes considerats urgents i aquells habituals dels jutjats de la guàrdia penal), evidenciant que l’Administració de Justícia era incapaç d’organitzar-se a través del teletreball dels seus funcionaris. Ha estat molt frustrant contemplar com, mentre altres sectors de la societat, amb els treballadors de la salut a l’avantguarda, han estat treballant fins l’extenuació per salvar vides i perquè res no ens faltés, els de la justícia ni hi eren, ni se’ls esperava.

Quan ara ja és comença a albirar la nova normalitat i les diferents administracions regulen fases i franges horàries, el Ministeri de Justícia ha dictat una Ordre que programa la desescalada del Servei Públic de la seva competència i des de les primeres pàgines un s’adona que al nostre gegant judicial, pràcticament adormit durant tot aquest temps, se li permetrà un despertar llarg i pausat. M’imagino que les recomanacions de salut hi hauran tingut molt a veure, però lamentablement no tinc cap dubte que aquesta nova ordre ve a ratificar, Urbi et orbi, que les nostres autoritats polítiques han decidit que la justícia a Espanya no és un servei públic essencial i això, en un Estat de Dret, sembla francament molt greu.

S’han dissenyat 4 fases que es poden allargar en el temps d’una manera incerta; la tornada a la feina dels funcionaris està prevista que sigui esglaonada, en torns de matí i de tarda – fins i tot amb reducció de la seva jornada de treball –  i s’han previst molts obstacles que faran difícil l’accés dels ciutadans i els professionals als edificis judicials, mesures que d’alguna manera corroboren aquesta falta d’essencialitat i alhora deixen entre-veure que el col·lapse endèmic del sistema judicial s’incrementarà fins la desesperació.

Mentre que altres sectors no essencials de la nostra societat van ser cridats fa setmanes a tornar a les seves activitats laborals, sense fases, ni percentatges de retorn esglaonat i, evidentment, sense cap reducció de jornada laboral, a la nostra Administració de Justícia, que hauria de ser considerada essencial, se li permetrà un retorn dolç i privilegiat.

Quan després d’aquests dos mesos d’una paràlisi gairebé absoluta es podria esperar una reacció digna, que mostrés a propis i estranys que la Justícia Si que és essencial per a una societat democràtica, amb un retorn a la feina no només complet, sinó fins i tot reforçant jornades laborals o fins i tot amb la col·laboració dels jutges i funcionaris jubilats (tal i com van fer els sanitaris retirats), en el planeta Justícia es veu que tot això és una quimera, ja que sembla que en la seva òrbita hi transiten uns principis molt allunyats als d’una ciutadania que se sent d’un altre món.

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Article publicat a El 9Nou en la edició en paper del divendres 15 de maig de 2020 (també publicat a Linkedin el diumenge 10 de maig, en una versió en castellà)

LA SOCIEDAD NECESITA QUE LA JUSTICIA REACCIONE CON DIGNIDAD

Soy procurador de los tribunales y me he visto obligado a paralizar mi actividad profesional porqué mi trabajo está absolutamente relacionado con la actividad judicial y ya saben que nuestros juzgados, con la excepción de ciertos procesos y medidas urgentes que no suponen ni el 5% del total, han cerrado.

Vivimos días observando con admiración como el personal sanitario; las fuerzas de seguridad; los periodistas o los trabajadores que distribuyen alimentos y suministros básicos, están ahí, sacrificándose denodadamente para que las constantes vitales de nuestra sociedad no desfallezcan y, mientras tanto, los que pertenecemos al mundo de la justicia, salvo las honrosas excepciones que por motivos de urgencia han tenido que actuar, estamos en nuestras casas, protegidos de la pandemia, pero incapaces de relacionarnos unos con otros porqué, simplemente, nuestra administración de justicia no está preparada para que sus funcionarios puedan teletrabajar y aunque parezca incomprensible, en pleno siglo XXI, nuestra administración no ha sabido reaccionar para que la maquinaria judicial no se hubiera detenido. 

Cuando cada día salgo al balcón para aplaudir a todo el personal sanitario, pero también a todos aquellos otros que trabajan para que no nos falte de nada, pienso en mi Justicia y me sabe mal, muy mal, que todos los que nos dedicamos a colaborar con un servicio público tan esencial, ni estamos, ni se nos espera…

Pero en fin, lo hecho, hecho está y de nada sirve lamerse las heridas. Veamos si somos capaces de enmendar esta triste hoja de servicios. Veamos si en previsión de que la incorporación al trabajo será lenta i paulatina, dotamos a los funcionarios con herramientas informáticas para que puedan teletrabajar y así unos podremos volver a presentar escritos y demandas y los otros podrán dictar y notificar resoluciones que no precisen de actos presenciales.

Veamos si somos capaces de planificar un plan de choque ambicioso y a la vez audaz y solidario como el que han sabido hacer nuestros sanitarios. Pensemos que cuando retomemos la normalidad, un tsunami de nuevos escritos y demandas colapsarán un sistema ya de por sí muy saturado y será imprescindible un gran esfuerzo humano que se inspire en el que han tenido  que adoptar todos aquellos que se dedican a cuidar de nuestra la salud. 

Nuestro Consejo General del Poder Judicial ha comunicado que una comisión de expertos está  trabajando ya en un plan de choque. Se dice que analizarán desde reformas procesales hasta la concentración y especialización de juzgados y no seré yo quien cuestione su capacidad pero, si me lo permiten, desde la experiencia de muchos años de pisar cada día los juzgados, me atrevo a decir que para volver a la normalidad, la respuesta no puede ser otra que trabajar más, mucho más. En definitiva, habrá que prever soluciones que permitan respuestas a la altura del monumental reto que la sociedad necesita.

Porque, digo yo, si muchos sanitarios jubilados han vuelto a sus antiguos puestos de trabajo para echar el hombro en lo que haga falta; los estudiantes en prácticas se han incorporado al sistema sanitario y todos los demás han dedicado jornadas interminables a salvar vidas, ¿no sería posible que los que trabajamos para la Justicia asumiéramos también un reto colectivo transcendental y todos, desde nuestros despachos, casas o retiros jubilados, echáramos nuestro hombro?.

La respuesta para mi es muy clara, para sacar adelante el colapso, habremos de ser más productivos y resolutivos. Sin duda, algunos procesos pueden simplificarse, pero no nos engañemos, si no reforzamos las plantillas de ciertos juzgados y tribunales, si no ganamos en eficacia, el reto que se nos viene encima nos acabará desbordando.

Algunas ideas estarán en la mente de muchos o incluso alguien ya las habrá escrito, pero me gustaría insistir en la necesidad de contratar de forma urgente todos aquellos interinos que hagan falta y, sugiero, que en su proceso de adaptación fuesen ayudados por aquellos funcionarios jubilados que de forma voluntaria acudieran a echar una mano; deberíamos insistir en habilitar el mes de agosto o parte del mismo y, por supuesto, señalar vistas y juicios los lunes y viernes con la misma intensidad que el resto de la semana.

Nuestra Justicia hasta ahora ha quedado confinada y sin capacidad de respuesta, pero estamos aún a tiempo de reaccionar y así, cuando el reto nos caiga encima, saber estar a la altura que se merece nuestra sociedad y, especialmente, todos aquellos que han luchado sin tregua para que los demás hayamos podido salir adelante 

CUANDO LA ALARMA SE LEVANTE, LA JUSTICIA NECESITARÁ UN VERDADERO “PLAN MARSHALL”

Una vez el estado de alarma llegue a su fin, el tsunami económico que ahora mismo ha empezado a levantarse acabará arrasando a muchas empresas, el paro volverá a cotas quizás tan altas como las de la crisis de 2008 y con ello el impago generalizada será una realidad.

No hace falta ser ningún experto analista para darse cuenta de que la post-alarma será muy cuesta arriba y que los juzgados quedarán rápidamente colapsados por una avalancha de procesos, especialmente mercantiles, laborales y civiles. El más que previsible ingreso “extra” de miles y miles de procedimientos, si nadie lo remedia, provocará un caos irremediable.

Si por otro lado, de todos es conocido que la lentitud judicial acaba perjudicando la economía general de un país, parece imprescindible e inaplazable un auténtico “Plan Marshall” para abordar remedios excepcionales que permitan que nuestros juzgados sean más resolutivos y productivos.

Para lograrlo será imprescindible ampliar las plantillas de los juzgados más saturados y las de aquellos donde pueda preverse un mayor incremento.

El plan debería contemplar la entrada excepcional de personal interino suficiente para cubrir todos los grados del escalafón de funcionarios, jueces y letrados y, tal y como apuntaba @ignaciolopezchocarro en su artículo publicado en @confilegal del día 26/3, debería habilitarse el mes de agosto. Si ahora estamos parados y no se resuelve nada, parece obvio que habrá que recuperar el tiempo perdido.

Seguramente podrían abordarse reformas procesales que agilizaran todos los trámites, pero ante una avalancha tan enorme como la que se nos viene encima, si no se refuerzan claramente los RRHH de la Administración de Justicia difícilmente podremos hacerle frente, aparte de que las reformas procesales necesitan de largos y tediosos trámites legislativos que alargarían aun más la agonía.

Por consiguiente, ante una situación tan grave, en la que a buen seguro el Estado dotará de partidas extraordinarias para ayudar al tejido productivo, el mundo judicial no puede quedar al margen de estas medidas excepcionales que otros sectores seguramente obtendrán, porque la Justicia, insisto, también es fundamental para que la recuperación económica sea más rápida y efectiva!

TIEMPO PARA PENSAR, APROVECHÉMOSLO!

La situación de confinamiento es muy dura, no descubro nada. Las noticias de la evolución de la pandemia, en plena curva creciente de contagiados y fallecidos es descorazonador, sin duda, pero no nos queda otra que vivir el día a día intentando centrar nuestra atención en pensamientos constructivos que, aunque cueste encontrarlos, seguro que existen.

A mi se me ocurre uno para los que vivimos con togas y leyes: pensar en todo lo que hacemos normalmente; revisar todos nuestros procesos y sistemas operacionales; reinventarnos si es preciso.

A nadie se le escapa que nuestras jornadas laborales nos acaparan con tanta intensidad que difícilmente podemos profundizar en la estrategia que mejor le conviene a nuestro despacho para seguir adelante.

Tiempo, tiempo… si, si, tiempo… este bien tan preciado y buscado en situaciones de normalidad es lo que ahora el confinamiento nos ofrece y, sin que lo hayamos buscado, vale la pena saber aprovechar-lo, no os parece ?.

Cuidaros mucho que de esta saldremos adelante !!!

EN TIEMPOS DE ALARMA, LA ADAPTACIÓN TECNOLÓGICA DE LA JUSTICIA DEBERÍA SER UNA EXIGENCIA

Transcurrida la primera semana de confinamiento en la que abogados y procuradores hemos tenido que adaptarnos, en tiempo récord, para trabajar en conexión remota con nuestros despachos, resulta que en los Juzgados únicamente han podido hacerlo los jueces y letrados, porque los funcionarios no estaban preparados para ello, teniendo que confinarse en sus domicilios sin poder teletrabajar.

Las consecuencias no han tardado en llegar, ya que la paralización de la maquinaria judicial ha sido prácticamente absoluta.

Pero hay otra consecuencia que humana y sanitariamente es más preocupante: la falta de reacción tecnológica para adaptación a las circunstancias, ha provocado que algunos funcionarios, más de la cuenta, hayan tenido que arriesgar su salud para cubrir Servicios Mínimos. No hay duda que algunos de estos servicios han de ser presenciales, pero muchos otros, seguramente, podrían llevarse a cabo en conexión remota, sin necesidad de exposiciones al contagio.

Parece inaudito que del mismo modo que todos los sectores profesionales y económicos lo han hecho, no se tomen medidas excepcionales en Justicia para que también, en tiempo récord, algunos funcionarios puedan trabajar en remoto.

EL DILEMA DE PRESENTAR DEMANDAS EN TIEMPOS DE ALARMA

Transcurridos los dos primeros días hábiles en estado de alarma, habiéndose interrumpido plazos, suspendido vistas y decretados servicios mínimos, es evidente que, de facto, la tramitación de los procesos judiciales, excepto los señalados urgentes en el RD 463/2020, han quedado paralizados. Lexnet sigue abierto, pero son muy pocas las notificaciones que han transitado por el portal del ministerio de justicia. En síntesis, podríamos decir que la admon. de justicia también ha quedado confinada.

Por contra, en el otro lado del mostrador, el de los abogados y procuradores, el confinamiento no equivale a que cesen sus actividades y como sea que el acceso telematico no ha sido cerrado, el dilema está servido: ¿deben presentarse escritos y demandas, aunque no sean urgentes y aún a sabiendas que no se tramitarán mientras dure la crisis?, ¿tiene sentido hacerlo, cuando el 90% de los funcionarios han sido confinados sin posibilidad de trabajar online desde sus casas?.

¿No hubiera sido más razonable que a ambos lados del mostrador se hubieran establecido las mismas reglas, interrumpiendo finalmente Lexnet?.

Entonces, a nadie le quedaría ninguna duda, porque la única prioridad sería protegerse para vencer a esta maldita pandemia !

Punto y final. Agradecimiento, frustración y esperanza.

Con la celebración ayer noche de la séptima edición de los Premios Procura del Colegio de Procuradores de Barcelona concluyó la trayectoria de la Junta de gobierno liderada por Ignacio Lopez Chocarro y de la que he tenido el honor de ser su Vicedecano. Han sido 8 años muy complejos en todos los sentidos. Nuestro mandato ha coincidido con una de las peores crisis económicas conocidas; nuestros juzgados se han visto superados por un alud de litigios consecuencia de dicha crisis; hemos tenido que adaptarnos, y en cierto modo liderar des de la procura, a la irrupción de las nuevas tecnologías en la justicia y nos ha tocado combatir en diversos momentos la amenaza de la desregulación de nuestra profesión.

Ayer cerramos una etapa muy intensa, en la que hemos depositado muchos esfuerzos e ilusiones. Nada ha sido fácil, pero en el camino hemos encontrado muchos compañeros que nos ayudaron a desarrollar el primer Plan Estratégico que revisó en profundidad los puntos fuertes y débiles de la procura, completando un extenso trabajo que diseñó claramente los principales retos que deberíamos superar en el futuro.

Promovimos, también, la relación indisoluble entre Economía y Justicia, aportando datos alarmantes que deberían remover nuestro sistema judicial para conseguir una ejecución civil más eficaz y, entre otros muchos proyectos, pusimos en marcha el primer Centro de Estudios de la Procura, para facilitar la formación continua de nuestros colegiados.

Hemos mantenido una leal y fiel colaboración con las administraciones de justicia, con los colegios de abogados, de notarios, registradores y graduados sociales y lo hemos hecho siempre desde la voluntad de servicio y en sentido positivo. No siempre lo habremos conseguido, pero sin duda lo hemos intentado.

Aun sin quererlo, en el momento de poner el punto y final a toda esta trayectoria, en mi subconsciente aparece un balance en el que por supuesto destaca un activo repleto de buenos recuerdos. Estoy pensando en el reconocimiento infinito hacia Ignacio Lopez, el decano que nos ha enseñado a trabajar desde el rigor, exigencia y dignidad; no puedo olvidar, tampoco, al resto de compañeros de las Juntas de Gobierno, Consejo Autonómico y Consejo General, con los que hemos formado equipos para defender y proyectar a nuestra profesión; me viene a la memoria, como no, el enorme trabajo leal y profesional de todo el personal del Colegio y también repica en mi subconsciente mi más sentido agradecimiento hacia todas aquellas autoridades políticas y judiciales con las que hemos compartido muchos de nuestros anhelos y con los que hemos podido sortear más de un obstáculo.

Pero en el pasivo del balance también aparece, y no lo puedo remediar, un sentimiento de profunda frustración por topar ante una cruda realidad que me dice que, a pesar de tantos esfuerzos, proyectos e ilusiones, en gran parte seguimos estando donde estábamos, con un sistema judicial atascado, poco ágil e ineficaz y con una profesión injusta y permanentemente amenazada. Seguimos necesitando y esto ya va siendo endémico, un Pacto de Estado que favorezca una revisión en profundidad de todo el sistema judicial, en la que participen todos los operadores jurídicos desde la lealtad institucional, sin apriorismos y con voluntad de construir definitivamente una Justicia que tenga mucho más de Servicio que de Poder.

Confío que los compañeros que ahora cogerán nuestro relevo, gracias a las energías renovadas con las que asumirán sus nuevos cargos, sabrán conducirnos a un futuro en el que siempre podrán contar conmigo, porque nada me haría más ilusión que poder alejar de mi tozudo subconsciente esta frustración que desde tiempos inmemoriales ha invadido al mundo judicial e, indiscutiblemente, a nuestra querida profesión.

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Article publicat a Linkedin en data 18/05/19

Honor compartit

Divendres vaig viure un gran dia, d’aquells que recordaré tota la vida. La consellera de justícia @estercapella, en un acte solemne celebrat al Palau de la Generalitat, va entregar-me la medalla d’honor per serveis excepcionals a la Justícia. Tot un orgull, a més, compartir l’acte i reconeixements amb operadors jurídics de la talla de Carles Mundó (Premi Justícia 2018) o Magda Oranich entre d’altres.

Davant de tanta emoció i recordant la ja llarga trajectòria professional en l’exercici de la procura, tinc molt clar que si algun mèrit m’ha fet mereixedor d’aquesta medalla ha estat el resultat d’una feina en comú amb les meves companyes i companys de les Juntes de Govern del Col·legi de Procuradors de Barcelona i del Consell de Col·legis de Catalunya, amb els qui vull compartir tot l’honor rebut.

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Post publicat al meu Facebook en data 13-01-19

La presó maleïda

Començava el dimarts de la darrera Setmana Santa i tenia unes ganes boixes d’agafar els 5 dies de festa que s’apropaven per descansar i desconnectar de la feina i dels neguits propis dels temps que ens ha tocat viure. Necessitava un bon llibre que m’ajudes a la desconnexió i em transportés a un altre època. El cert és que feia temps, però, que no congeniava amb cap llibre i no aconseguia concentrar-me en la lectura que tant de be m’hagués fet, segurament per estar massa capficat en la realitat política i social de tots aquells mesos.

Així les coses i de bon matí em van portar un paquet de Correus, força voluminós per lo que és habitual del tràfec entre despatxos professionals. Encuriosit en que podria embolicar aquell paper gruixut i marronós, ni tant sols vaig fixar-me en el remitent. D’una revolada vaig esparracar l’embolcall i vet aquí que va aparèixer un llibre gruixut, de més de 700 pàgines i de tapa dura. De sobta vaig pensar, serà la novel·la que estic esperant des de fa tant temps que m’evadeixi del present tant feixuc en el que estic instal·lat?…

La sorpresa agradable va arribar quan al girar la coberta, en la primera plana, vaig poder llegir la dedicatòria de la persona que m’enviava aquell llibre. És tractava d’un company advocat, nascut a Sevilla, de llarga trajectòria professional a Madrid i actualment treballant a  València. La cosa no acabava en la concreció de qui era el remitent, sinó que el text de la dedicatòria ja apuntava en la bona direcció del que podria trobar en aquell voluminós llibre que m’acabava de regalar. Em deia el meu amic que “Leyendo esta novel·la, que trata de una época apasionante de la historia de Cataluña, me he acordado de ti. Como buen amante (al igual que yo) de esa tierra, seguro que disfrutarás conociendo más de su historia”. Y acabava dient i desitjant que “Al igual que sucedió entonces, estoy convencido que las turbulències que hoy vivimos la harán más fuerte”.

Aquelles paraules, especialment la darrera frase, vingudes d’una persona nascuda i resident a fora de Catalunya, em van emocionar, alhora que van despertar-me un interès majúscul per començar a llegir quan abans millor “La Terra Maleïda”, que és així com és diu l’obra de Juan Francisco Ferrándiz i editada per “Rosa dels Vents” el mateix mes de març del corrent 2018.

La coincidència dels dies de festa immediats em van permetre devorar una història extraordinària que relata de forma excepcional els anhels de prosperitat d’una terra oprimida pels nobles al servei del Rei de França i que ja en aquells remots temps del segle IX tenia voluntat de ser i de governar-se lliurement. Tal i com destacava l’amic que m’enviava el llibre, les comparacions amb els temps actuals van aparèixer des dels primers episodis, i tot i que les brutals turbulències que s’expliquen en la novel·la res tenen a veure amb les vivències del present segle XXI, no hi ha dubte que el paral·lelisme entre les dues èpoques és fa inevitable quan en una i l’altre s’evidencia la voluntat irrenunciable d’una terra que lluny de ser maleïda reivindica poder decidir el seu destí.

Poques setmanes després d’acabar la lectura sobre les peripècies del protagonista de la novel·la i encara impactat per la duresa dels fets històrics que tant be relata el seu autor, vaig tenir l’oportunitat de visitar a Jordi Turull a la presó d’Estremera i un dels efectes d’aquells colpidors 40 minuts va ser, camí ja de tornada, el pensar en que tenia que enviar-li aquell llibre perquè l’entretingués en les inacabables hores del seu injust confinament i, alhora, perquè l’ajudés a resistir tal i com ho aconsegueix fer l’heroi d’aquella història tant llunyana però, alhora, tant propera.

I dit i fet, vaig comprar un altre exemplar, li vaig escriure una carta d’acompanyament i tot junt vaig embolicar-ho dins d’un paquet amb aquell mateix tipus de paper gruixut i marronós, amb l’esperança de que ben aviat arribés a mans d’en Jordi, a aquella cel·la que resumeix tant be la manera de fer d’un estat que, fins que no és demostri el contrari, pretén resoldre els problemes polítics només amb el poder dels tribunals, negant el debat de les idees i fins i tot renunciant a convèncer dels avantatges de seguir units.

No van passar ni quinze dies quan vaig rebre resposta manuscrita d’ell en la que m’explica que incomprensiblement li van entregar la meva carta, però que el llibre havia quedat retingut. En les seves pròpies paraules el fet el tenia molt disgustat perquè tot plegat era “acollonant”, tant pel fet requisitori en si mateix, com perquè tres funcionaris li haguessin donat tres explicacions amb arguments diferents en cada cas.

Al cap de poc d’aquest arbitrari i trist episodi, més propi d’aquells temps en que és censuraven els llibres que no eren afins al règim governant, han traslladat al Jordi a una presó de Catalunya i no ser que haurà passat amb l’exemplar del llibre que tantes sospites deuria generar dins dels despatxos d’aquella presó madrilenya que sempre més recordarem per haver engarjolat la llibertat dels polítics catalans. És possible que al fer el trasllat entre els centres penitenciaris li hagin entregat junt amb les seves altres pertinences, no ho ser pas, però el sols fet de que el llibre fos retingut, ni que sigui durant tres o quatre setmanes, em provoca tal malestar que no volia guardar-me per mi sol aquesta història, senzilla però significativa, que va de com un bon llibre, inofensiu com tots els llibres, va arribar inesperadament a les meves mans en el moment en que més ho necessitava i  va acabar estavellant-se en el mur infranquejable de la injustícia i la incomprensió més absoluta.

Molt provablement arribarà un dia en que algú escriurà un relat sobre aquesta etapa present de la vida política i social de Catalunya, tal com a “La Terra Maleïda” és retraten aquells fets del segle IX, però en el cas que ens ocupa no m’estranyaria gens que l’autor l’hi acabés posant un títol que ben be podria ser el de “La Presó Maleïda”.

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Article publicat a El 9 Nou. Juliol 2018